una pequeña felicidad
(el señor Lin y el señor
Wang)
ana
solari
a Liu Yan Jun, Qiu Yun y Chang Yan
por el otoño en Beijing
a Guillermo Dañino –Lao Ji-
con la amistad de una vida
Montevideo, febrero 2009
Escena 1
Sentado en un
banco de plaza, está el señor Lin. Es flaco y alto, y tiene el pelo
bastante blanco. Va vestido con una camiseta sin mangas, que
permite notar los músculos, y un pantalón de algodón beige con los
bajos un poco recogidos. Los pies calzados con unas zapatillas. A su
lado, en el banco, una jaula de bambú con un diminuto pájaro de
color negro y el pico muy rojo. Parece que estuviera pensando, pero
sin señales de preocupación.
Al rato se
acerca al banco el señor Wang, vestido con el típico traje chino de
color azul, pantalones anchos, de campesino, y la casaca con cuello
mao. Es un poco más bajo y menos erguido que el señor Lin, los
cabellos blancos también. Camina con lentitud y al ver a su amigo
sonríe con alegría.
Señor Wang: Señor Lin, tanto tiempo sin verlo. ¿Cómo está su salud?
El señor Lin lo
mira y también sonríe.
Señor Lin:
Señor Wang, gusto en verlo otra vez. Mi salud va bien; ¿qué
tal la suya?
Señor Wang:
Bien, muy bien... ¿está muy ocupado?
Señor Lin:
No, no demasiado. Realmente no. Aquí, en el parque,
disfrutando del fresco del
atardecer.
Señor Wang:
Es verdad. Hoy el clima está bien, agradable. No tan caluroso como
ayer. Quizá se levante una
pequeña brisa. Sería
lindo oír el viento entre las
ramas de los sauces.
Señor Lin: Usted tiene suerte
de poder escuchar los sauces. En mi patio ya no queda ni uno. Una
pena.
Señor Wang:
Cuánto lo siento... los sauces me recuerdan mi infancia. Mi padre,
mi madre. Mis tíos.
Señor
Lin: A mí los sauces me recuerdan a mi hermana menor.
El señor Wang
mira la jaula y la señala.
Señor Wang:
Veo que ha traído al pequeño MaoMao.
Señor
Lin: No puedo dejarlo solo en casa. Se entristece. Y me da
tan poco trabajo...
Señor Wang: A
veces quisiera tener uno también. Pero mi hijo dice que no estoy en edad de ocuparme de un
pajarito.
Mi hijo...
Señor
Lin: Su hijo... se llamaba Wang Xing, ¿no es así?
Señor Wang:
Qué buena memoria la suya, señor Lin. Envidiable...
El señor Lin se
queda pensativo un instante.
Señor Lin:
Fíjese que jamás me casé... y no me arrepiento. Aunque a veces quisiera tener a mi
taitai para
conversar un rato por las
mañanas, después de los
ejercicios.
Señor Wang:
Es una pena, realmente. Un hombre como usted habría hecho
feliz a una esposa.
Señor
Lin: Me halaga usted, señor Wang. Pero cuénteme de su hijo.
¿Sigue en Provincias?
Señor Wang:
Así es. En Guilin. Es maestro. Muy buen maestro. Tiene
mucha paciencia con los
niños. Usted sabe
que los niños son un poco inquietos, hacen tantas
preguntas, corren de aquí allá, se caen en el patio
de la escuela... pero mi hijo, Wang Xing, sabe cómo
manejarlos.
Señor
Lin: ¿Y le ha dado nietos?
Señor Wang
(oculta el rostro con las manos, turbado): No se ha casado aún.
No sé por qué. Tiene un buen trabajo, y
es un buen muchacho. No es alguien
que salga a beber por las noches. Ni
siquiera le gusta el xia qi, como a nosotros. ¿Se acuerda?
Señor
Lin: ¡Y cómo me voy a olvidar de nuestras partidas! Y de las
apuestas. Lo recuerdo muy
bien. Éramos los
más famosos del vecindario.
Había aquella... muchacha, cómo se
llamaba... que siempre estaba atenta
a nuestro juego, silenciosa.
¿Usted cree que quizá fuera un poco tonta?
Señor Wang:
Se refiere a Meng Lan... la recuerdo sí... qué habrá sido de ella...
quizá fue a provincias también...
hace tanto tiempo. Tenía una mirada triste,
un poco como si siempre estuviera
esperando algo que
nunca llega.
Señor Lin:
A mí me recordaba a la niebla que hay en la montaña perfumada, en el otoño. Sí,
siempre pensaba en
eso. Una muchacha hermosa, pero llena
de pena.
Señor Wang:
Parece usted un poeta esta noche, señor Lin. Continúe, continúe.
Señor
Lin: Es que de estar tanto tiempo solo y en silencio, uno se
pone a conversar con uno mismo. Y
como no
hay nadie que ordene o haga preguntas
que lo devuelvan a uno al día de hoy... el
corazón continúa
rememorando y si viera la cantidad de
recuerdos que uno tiene adentro y no
lo sabía.
Se ríe y mira
con atención la jaula.
Señor
Lin: ¿Le parece que hará frío para el pequeño MaoMao?
Señor Wang:
¿A usted le parece?
Señor
Lin: No lo sé. Quizá deba irme.
Señor Wang:
Usted debe hacer lo que debe hacer. Ha sido una agradable charla
la que hemos mantenido. Espero
que nos
volvamos a ver pronto.
Señor
Lin: Yo también lo espero. Le deseo buenas noches.
Se levanta, toma
la jaula con cuidado y desaparece. El señor Wang saca de dentro de
la casaca un abanico y comienza a abanicarse, cruzado de piernas,
pensativo.
Permanece así,
en el banco, abanicándose, hasta que se oculta del todo el sol, y se
encienden los primeros faroles. Una pareja joven, abrazada, pasa
junto a su lado y se detiene un segundo.
Hombre joven:
Abuelo, ¿se siente bien?
Muchacha
joven: Déjalo, déjalo. ¿No ves que está soñando?
Desaparecen por
el camino en sombras.
El señor Wang
suspira, guarda el abanico, se levanta y también abandona la escena.
Escena 2
La casa del
señor Lin
Es pequeña. Hay
una mesa de madera y una silla. Sobre una mesada, la jaula con el
pájaro, cubierta por un paño oscuro. Un aparato de televisor
bastante antiguo. Una alacena con algunos platos y alimentos. Una
col, un manojo de cebollas, otras verduras, todas en una fuente. Una
ristra de ajos y de ajíes picantes. También hay algunos libros, unos
pinceles, el tintero, y papeles escritos.
El señor Lin
prepara la cena. A lo lejos se escuchan voces, niños que gritan y
ríen; una madre que los rezonga, un padre que pide silencio. El
señor Lin pone un cazo con agua al fuego, un hornillo que está
cubierto por un paño blanco. Corta con destreza las verduras, las
salta en un guo; en el cazo hace un caldo. Cuando la comida está
lista, la sirve en un bol que lleva a la mesa. Se sienta y come con
palillos en silencio. De pronto alguien golpea a la puerta.
Voz: Señor
Lin, señor Lin. ¿Está usted allí?
El señor Lin se
levanta de la mesa, deja con cuidado los palillos junto al bol.
Señor
Lin: Sí, sí, ya voy.
Abre la puerta.
Señor
Lin: Ah, es usted, Xing Su. ¿Qué ocurre?
Xing Su:
El pequeño Dong Tian ha desaparecido. Tiene que ayudarnos a
encontrarlo. Su madre está
desesperada y dice que usted podrá hallarlo.
Señor
Lin: Oh, imagino la desesperación de Qiu Yun. Deje que me
ponga el saco. Cuénteme,
¿qué ocurrió?
Xing
Su: No lo sé. Qiu Yun dice que lo llevó al parque como
siempre, y que volvían conversando, y de
pronto
en una esquina el niño desapareció.
Señor
Lin: Pero los niños no se hacen aire de la nada. ¿Qiu Yun se
encontró con alguien y se distrajo? Quizá
una
amiga de la infancia y olvidó a su
hijo durante unos segundos... los
niños son tan rápidos y tan
pequeños...
una distracción y...
Se queda
pensativo un segundo.
Señor
Lin: Venga, vamos de una vez. Qué tonto soy. Le doy charla
cuando lo importante es ayudar a Qiu
Yun.
Xing
Su: Sí, vamos. Vamos ya.
Salen y el señor
Lin cierra la puerta con cuidado, después de apagar la luz.
Escena 3
Ambos están en
el patio del vecindario, arbolado, lleno de trastos en algunas
esquinas, con una pared que lleva una frase de Mao escrita en
caligrafía antigua. De alguna parte sale una melodía de los años 50.
En un banco, llorando, se encuentra Qiu Yun. El señor Lin se acerca
a ella, y Xing Su se mantiene un poco apartado, por respeto.
Qiu
Yun: Señor Lin, gracias por venir tan pronto. Espero no
haber interrumpido un asunto
importante.
Se seca las
lágrimas con la manga del vestido y lo mira. Es casi una niña.
Qiu
Yun: Mi niño desapareció, tan rápido y es como si nunca
hubiera existido. Ya no recuerdo su
rostro. Si no
aparece pronto, quizá lo olvide por
completo. Ayúdeme, por favor.
Señor
Lin: Tranquilízate, Qiu Yun. Tu niño no ha desaparecido.
Seguramente esté jugando con sus
compañeros
en algún patio. ¿Ya has preguntado?
Qiu
Yun: Le agradezco que trate de tranquilizarme, porque entre
llantos y gemidos no arreglaré nada.
Pero no,
no está con sus compañeritos. Si
veníamos charlando, y ya sabe usted,
esa vocecita que tienen los
niños, las preguntas que hacen, en
fin, y no volveré a verlo a menos que usted lo traiga de vuelta a
casa, señor Lin, por
favor. Por favor.
El señor Lin se
sienta junto a ella en el banco y le toma una mano.
Señor
Lin: Tranquilízate, Qiu Yun. Ahora vamos a hacer una
recorrida por el vecindario
y le preguntaremos a cada
vecino si lo ha visto. Debe de
andar por ahí. O quizá teme una
reprimenda y se ha escondido y vuelva
dentro de un rato cuando piense que ya
lo has perdonado.
Qiu Yun solloza
en silencio y cada tanto le acaricia la mano al señor Lin.
Xing Su entonces
se acerca y se sienta del otro lado.
Xing
Su: ¿Cuándo fue la última vez que lo viste? ¿Qué estaban
haciendo?
Qiu
Yun: Salíamos del parque donde está la gran antena, donde
hay un lago. A mi hijo le gusta ver
los patos.
Ya saben, allí está Li Ping, que le canta a
los patos, y ellos vienen y él les da
semillas. Y a mi hijo eso
le gusta
mucho, y cada vez que podemos vamos, y
él se encanta y repite: “yo quiero ser como Li
Ping, cuando sea grande
voy a ser encantador de patos”, y
no hay modo de que entienda de que
esa
no es una profesión digna o que
sirva para algo, y yo le digo: “Dong Dong Tian Tian, tú debes
estudiar, aprender un oficio, y
después ayudar a tu madre cuando ya no
pueda valerse por sí misma”.
Porque usted sabe, señor Lin, que mi esposo falleció hace algunos años de tristeza.
Qué voy a hacer,
señor Lin, si
Dong Tian no aparece.
Señor Lin:
Qiu Yun, tu hijo debe de seguir en el parque, con Li Ping. Eso es evidente. Me
da mucha pena saber
que tu marido murió de
tristeza. ¿Dong Tian es un niño alegre?
Vamos a buscarlo.
Qiu
Yun: No puede estar allí. Salimos los dos. Estaban por
cerrar y le dije que debíamos apurarnos
para preparar
la cena. Teníamos que pasar por
la tienda a comprar algo de verdura y
carne. Haríamos los jiao zi que
tanto le
gustan, y él disfruta haciendo la masa y después
armándolos. Tiene un talento en las manos,
señor Lin, igual que el padre.
Xing
Su: Yo creo que el señor Lin tiene razón. Dong Tian sigue
en el parque, embelesado con el canto de
Li
Ping, y tú no te diste cuenta.
Como todas las
mujeres, hablan y hablan, y ni prestaste atención a que
tu pequeño hijo no estaba
contigo. Debemos ir al parque.
Qiu
Yun: Pero el parque ya está cerrado a esta hora. ¿Cómo
vamos a entrar?
Señor
Lin: Yo conozco al guardián. Él nos abrirá el portón.
Xing
Su: Yo iré con el señor Lin. Qiu Yun, tú deberías quedarte
por si alguien lo ha visto, o por si Dong
Tian
aparece, tal como puede ocurrir.
Qiu
Yun: Pero no puedo quedarme sola aquí, bajo la luna,
esperando. Tengo que hacer algo.
Señor
Lin: Es mejor que te quedes, Qiu Yun. Xing Su tiene razón.
¿Por qué no preparas la cena? Volveremos
con
Dong Tian y tendrá mucha hambre, además de susto y vergüenza por el mal rato que te hizo pasar.
Qiu Yun:
Usted me reconforta, señor Lin. Haré lo que dice. Pero, por favor,
no se demoren. Sin
Dong Tian no
soy nadie.
Señor
Lin: Quédate tranquila. Volveremos los tres y cenaremos todos
juntos.
Xing
Su: Adiós, Qiu Yun.
Señor
Lin: Vamos.
Escena 4
Casa del señor
Wang
Similar a la
casa del señor Lin, aunque de algún modo menos “desordenada”. El
señor Wang está sentado delante del televisor mientras bebe una
sopa. Suena el teléfono.
Señor Wang:
Wei, wei! Hijo, eres tú, Wang Xing, qué alegría escuchar tu voz,
después de tanto tiempo. ¿Cómo
estás?
Deja el plato de
sopa a un lado y con el control silencia el aparato.
Señor Wang:
Estoy bien, hijo. Los achaques propios de la edad. Cuéntame de ti. ¿Tienes mucho trabajo? Tu salud,
¿cómo está?
¿Los niños te dan mucho
trabajo? ¿Has hecho amistades? Recuerda que un hombre solo
no es feliz por mucho tiempo.
Hazme caso, hijo. ¿Te acuerdas de cuán felices éramos cuando tu
madre
vivía? Si supieras cuánto la
extraño aún...
Se acomoda en la
silla.
Señor Wang:
Hoy estuve con el señor Lin en la plaza. Está muy desmejorado,
lo encontré mal. Casi no habla. Pero
tiene un pájaro en una jaula
de bambú, como yo quisiera
tener, el pequeño MaoMao. Se ve
tan bonito.
Si me dejaras
tener uno... puedo hacerme cargo de él sin ningún problema. Puedo ir con el
señor Lin a
la plaza, es un
buen tema de
conversación. Anda, ¿qué dices? Aquí cerca hay una
mujer que vende
unos tan hermosos,
con un plumaje de muchos colores...
Hace un
silencio. Frunce el ceño.
Señor Wang: ¿Cómo que te envían fuera? ¿A dónde? ¿Y qué voy a hacer si te
vas tan lejos? Hijo, no puedes
aceptar esa
oferta. Debes quedarte en Guilin con tus
alumnos, que te quieren tanto, como yo. Te
necesitan. ¿De
qué trabajo se trata?
Señor Wang:
Me parece que deberías pensarlo un poco más. ¿Cuándo vienes? El consejo de un padre puede
servirte
realmente. Alguna vez también me mandaron lejos, porque el país lo necesitaba. Y tu madre y
yo
estuvimos separados muchísimo tiempo,
porque a ella también la trasladaron. Fue cuando viviste en
casa de nuestros vecinos, ¿te acuerdas? Le tenías un poco de miedo al
viejo Po, pero después te
acostumbraste a dormir incluso en su misma cama. Así que sé lo que
es cuando te envían a otro lugar,
distante, lejos de los seres queridos.
¿Estás seguro? ¿Te estás alimentando bien?
Si no estás bien
alimentado, las ideas y
los pensamientos pueden ser confusos, y eso te conducirá a
que tomes una
mala decisión.
Deberías casarte. ¿Es que en Guilin no
hay mujeres para ti? Si te casas y te
trasladas,
me preocuparé mucho menos por ti... Ah, la hermana mayor de un colega... ¿Cómo se llama? ¿Qué
hace? ¿Me la presentarás? ¿Cómo que es solo
una amiga? Una amiga no va a tu cocina y te
prepara la
cena. Eso no fue lo que te enseñó
tu madre. Yo jamás pisé la casa de
una amiga ni dejé que ninguna
entrara a
la mía. No tuve amigas... No te enojes. Claro que me alegro por
ti, hijo. Sí, me alegra
realmente que
tengas amigos en la ciudad y que no estés
solo. La soledad no es buena consejera, ya
conoces el dicho.
Oh, no te enojes. No quise molestarte.
Es que me preocupas. Sí, ya sé que eres un
hombre grande. Ya lo sé. No me lo recuerdes, que eso me hace dar cuenta de lo
viejo que estoy... Sí,
la semana pasada fue
mi cumpleaños. No, no es el mes entrante.
Ya fue. No te preocupes, entiendo
que alguien tan
ocupado como tú olvide el cumpleaños de su padre. No, no quiero que me envíes nada.
Elcorreo
queda lejos y no tengo ganas de caminar fuera
del vecindario. Ya no se respeta a los viejos
como antes; me lo darás cuando vengas. Sí, ya
entendí que no sabes cuándo vienes. Pues te digo: no
tengo apuro por el regalo. No te preocupes por mí.
Mira, de regalo podrías dejarme comprar un
pajarito como el del señor Lin, que
al menos así se siente
menos solo y tiene con quién hablar.
Si vieras qué bonito es. Y cuando
canta, por las mañanas... sé
que le
alegra el día, y por eso el señor Lin
se ve tan feliz siempre, aunque serio.
¿Yo dije que el señor Lin no andaba bien?
Pero si está de lo mejor. Feliz de la
vida, con el pequeño
MaoMao, en la plaza, y haciendo la compra
y conversando con los vecinos por la
tarde, bebiendo té o
jugando al xia
qi. Él sí que es feliz, el señor
Lin, con su pequeño MaoMao, pese a que
jamás se casó ni
tuvo hijos. Pero
en el vecindario todos lo respetan y
le piden la opinión y su palabra es
tomada en
cuenta.
Señor Wang:
No son reproches. Sólo expreso un pensamiento. Me gustaría verte. Estoy viejo y ya no veo tan bien
como
antes. En el vecindario del
señor Lin ya no hay sauces. ¿Te das cuenta de lo mal que están
las
cosas? Al menos aquí todavía hay
tres. Me gustan los sauces. Me hacen recordar a mi infancia. ¿A ti te
gustan los
sauces? ¿Cómo que te tienen sin cuidado?
Hijo, qué te está pasando. Debes volver,
tomarte
unos días de descanso. Cocinaré
para ti los platos que te gustaban
cuando eras chico, cuando tu
madre
vivía. Claro que sí, y te contaré aquellos
cuentos de los siete sabios, te acuerdas, y de la
princesa que cruzó
el lago y la montaña y llegó al olimpo
y desafío a los dioses. No, casi no veo
televisión. No me agrada. Sí, al parque voy. Los domingos. Allí
tengo algunos amigos. Ellos quieren
que
yo cante ópera en el pequeño coro, pero
ya sabes que jamás tuve buen oído y no me gusta pasar
vergüenza
ni hacer que su ensayo salga mal. Hijo,
deberías verlos. Los domingos aquí son
tan
agradables, tan como en los viejos tiempos. Estoy seguro
de que en Guilin no hay de esto. Son un poco
más torpes, ¿no? Pero tienes un
buen trabajo y pronto te casarás. Lo sé, lo sé. Confía en mí. Aunque
digas que no quieres casarte, que estás bien, yo sé que
en el fondo ansías formar tu propia
familia.
Educar a tus hijos. A tu hijo. Porque seguramente será un varón,
inteligente y sano como tú. Ah, tienes
que cortar, tienes que trabajar. Está bien, eres
una persona muy ocupada y respetada
por todos. Eso
me llena de orgullo.
Mucho, muchísimo. Sí,
claro que sí. Estoy bien. No, no necesito nada. Puedo
abastecerme a mí mismo. No debes ni siquiera pensar en
mí. No quiero ser una carga para
ti, como otros
padres lo son para sus hijos.
Eres independiente y eso me
alegra mucho. Claro que sí, siempre pienso
en
ti. No te preocupes, estaré bien.
Adiós, hijo, adiós. Avísame cuando vienes.
No lo olvides. Y piensa en
lo del pequeño MaoMao. Sería
una gran compañía... Adiós. Ah,
espera...
Señor Wang:
Cortó. No pude decirle lo importante.
Pone el tubo en
el teléfono y se sienta otra vez delante del televisor apagado. Toma
el bol de sopa y bebe una cucharada. Después lo deja y se pone a
llorar. Se apagan las luces.
Escena 5
En el parque, de
noche.
El señor Lin y
Xing Su caminan hasta llegar al lago. La luz de la luna lo ilumina.
En una de las riberas hay una casa de té; en la otra los lotos
crecen entre las rocas. Los sauces están en las orillas. La luna
ilumina una gran roca, que se adentra en el lago, sinuosa. La brisa
mueve las ramas.
Xing
Su: Aquella debe de ser la roca en la que Li Ping encanta
a los patos. Vamos hasta allá.
Señor
Lin: Podría ser...
Xing
Su: Talvez Dong Tian se quedó dormido, cansado de que la
madre no viniera por él.
Señor
Lin: Podría ser...
Caminan y llegan
hasta la roca, después de cruzar un pequeño puente de madera.
Xing
Su: Veo algo.
Señor
Lin: Sí, una silueta... espera, es más de una.
Xing
Su: Dong Tian se quedó dormido en los brazos de Li Ping.
Señor
Lin: Tal parece, sí.
Xing
Su: Da pena despertarlos, ¿no?
Señor
Lin: Pero la madre está desesperada.
Xing
Su: ¿Y si le decimos que lo encontramos y que el niño
duerme con placidez en brazos del
encantador de patos?
Señor
Lin: Todo depende de la clase de madre que sea Qiu Yun.
Xing
Su: Pero al fin y al cabo ella lo descuidó y Dong Tian no
hizo más que seguir su instinto y
buscar refugio en Li Ping.
Señor
Lin: Eso salta a la vista. ¿Pero ella podrá aceptar eso?
Xing
Su:
Usted quiere decir que es mejor despertarlo, molestar
a Li Ping que se hizo cargo del
niño perdido,
para tranquilizar a la madre.
Señor
Lin: Sí, eso quiero decir.
Xing
Su: Con todo el respeto que me merece, señor Lin, pero no
estoy de acuerdo con
usted.
Señor
Lin: ¿Y qué propones para que lleguemos a un acuerdo? El
guardia está esperando a que resolvamos
la
situación. Él también quiere descansar.
Trabaja mucho para cuidar el parque. Ves que está en muy
buenas condiciones.
Xing
Su: Es verdad. El parque parece salido de un cuento
infantil. No hay un solo papel en ninguna
parte. Y los
árboles y el lago están bien
cuidados. Su amigo ha de ser un buen
guardia.
Señor
Lin: Ya lo creo que sí. Es una persona muy dedicada; se toma
todo muy a pecho. Cada cosa que hace es
lo
más importante. Así lo ve. Mira la
roca en la que están Dong Tian y Li
Ping. Es perfecta. Parece
tallada por un artista.
Xing
Su: Tiene razón. Es una obra de arte. Y su amigo la cuida,
eso se nota.
De verdad que tenemos que tener
consideración con él.
Señor
Lin: Voy a despertar primero a Li Ping, y luego a Dong Tian.
Xing
Su: Espere, hay algo que no comprendo.
Señor
Lin: Dime.
Xing
Su: ¿Cómo es que Li Ping se quedó durmiendo en la roca?
Debió salir cuando el guardia cerró el
parque.
Señor
Lin: Estoy seguro de que mi amigo sintió compasión por una
pareja tan extraña y perdida. Ha de
haberlos
visto y le habrá preguntado a Li
Ping que hacía con el niño. Y Li Ping
ha de haber respondido que el
niño estaba
extraviado y que por eso quería quedarse aquí, para esperar a
la madre, que seguramente
estaba
desesperada en algún vecindario cercano.
Xing
Su: Tiene razón, seguramente así fue como ocurrió.
Señor
Lin: Estoy seguro de que Li Ping vive aquí, cerca de los
patos. Son su vida.
Xing
Su: ¿Usted cree? ¿Li Ping vive a la intemperie?
Señor
Lin: Pienso que Li Ping vive en el vecindario, pero que
cuando encuentra una buena excusa, se queda en
el
parque, porque gusta de la naturaleza, y porque no puede estar mucho tiempo
lejos de los patos.
Xing
Su: Entonces, ¿qué hacemos?
Señor
Lin: Debemos despertarlos. Invitaremos a Li Ping a comer con
Qiu Yun y su hijo. Es un héroe,
salvó al niño.
Merece un honor. La cena donde Qiu Yun será prueba de que su acción ha
sido la mejor.
Xing
Su: Tiene usted razón, señor Lin. Admiro su inteligencia y
su sensibilidad.
Señor
Lin: Agradezco tu comprensión.
Ambos se acercan
a la roca. Li Ping y Dong Tian duermen plácidamente.
De pronto, de
entre los sauces aparece el fantasma del marido de Qiu Yun, Ming
Wan.
Ming Wan:
No deben despertarlos ahora. Deben esperar.
Señor
Lin: ¿Cuál es su gracia, si me permite preguntar?
Ming Wan:
Soy el difunto esposo de Qiu Yun, padre de Dong Tian.
Xing Su (sorprendido
y un poco asustado): ¡Un fantasma!
Señor
Lin: Yo soy Lin; Lin Piao Tang, y él es mi camarada Xing Su,
del vecindario.
Ming Wan:
Encantado de conocerlos.
Señor
Lin: Su esposa, Qiu Yun, está muy preocupada por la ausencia
de Dong Tian y venimos a buscarlo,
junto a
Li Ping, que lo protegió en esta noche
un poco fresca para un niño perdido.
Ming Wan:
Entiendo su preocupación. Pero deben seguir durmiendo aquí. La roca
les dará el calor suficiente, y los
brazos de Li Ping son una buena
protección para mi pequeño Dong Tian.
Xing
Su: Pero Qiu Yun estará muy angustiada si no regresamos
con el niño.
Ming Wan:
Oh, Qiu Yun se habrá quedado dormida en el banco, mirando la
luna, como cuando éramos jóvenes,
hace tanto
tiempo.
Señor
Lin: Al menos deberíamos avisarle a Qiu Yun que Dong Tian ha
aparecido y que duerme en la roca,
entre
los brazos de Li Ping, y que su padre está junto a él.
Ming Wan:
Eso es correcto.
Xing
Su: Yo iré a avisarle.
Señor
Lin: Me parece bien. Yo conversaré un poco con Ming Wan.
Xing
Su: Adiós, adiós. Cuando despierte Dong Tian, le dan un
saludo de mi parte.
Ming Wan:
En su nombre, Xing Su, lo haremos. Gracias por su ayuda.
Xing Su se va.
Quedan el señor Lin y Ming Wan, que se sientan en otra roca. El
señor Lin se quita las zapatillas y mete los pies en el agua del
lago. Está tibia, es agradable de sentir.
Ming Wan:
Ah, recuerdo esa sensación. El agua tibia entre los pies, y los
peces que se acercan y son pequeñas
cosquillas...
Señor
Lin: Se está bien así, a la luz de la luna, en este parque.
Ming Wan:
Aquí enamoré a Qiu Yun. Era tan joven y tan hermosa. Y yo estaba
loco por ella. En el puente. Ella
llevaba una sombrilla porque tiene la piel
tan pálida, y se detuvo un instante
a mirar el lago. La vi
entonces de un
modo diferente. La tomé de la mano y le
dije: “Qiu Yun, cásate conmigo”. Y dijo que
sí.
Señor
Lin: Es una bonita historia de amor. Ha sido usted afortunado
de casarse con ella. Puedo ver que
aún la ama.
Ming Wan:
Siempre la amaré, siempre.
Señor
Lin: Un amor eterno y verdadero.
Ming Wan:
Sí, así es.
El señor Lin
mueve con suavidad los pies en el lago. El agua hace ondas. Suspira.
Ming Wan:
Disculpe el atrevimiento... ¿se siente usted bien?
Señor
Lin: Mejor que nunca.
Ming Wan:
Bien. Bien.
Señor
Lin: Me gusta estar aquí, eso es todo.
Las luces se
apagan con suavidad, y sólo se ven los perfiles del señor Lin y Ming
Wan, así como las siluetas de Dong Tian y Li Ping dormidos.
Escena 6
El patio de Qiu
Yun. En el banco, Qiu Yun duerme. La luz de la luna le ilumina el
rostro, semi cubierto por el cabello. Duerme profundamente, como si
nada hubiera ocurrido.
El señor Wang se
acerca a ella y se detiene. La observa durante un largo rato.
Después, con cuidado de no despertarla, se sienta junto a ella.
Señor Wang:
Una mujer así debería tener mi hijo. Bonita, silenciosa, capaz de
dormir a la luz de la luna, sin
que
nada la acongoje. Sí, una mujer así desearía de nuera. Ayudaría en las tareas de
la casa, limpiaría y
ordenaría, siempre con
una sonrisa y una canción en los labios. Se la ve tan plácida. Me pregunto qué
estará soñando. Ahora suspira
un poco. Si parece una muñeca. Por qué mi
hijo no se consigue una
mujer así.
Le quita una
mata de cabello del rostro.
Señor Wang:
Una frente tersa, aún no fruncida por la tristeza o el dolor. Esta
mujer es lo que yo quiero para mi hijo.
Y
tendrían un niño hermoso, lleno
de alegría y yo lo llevaría al parque, junto con la jaula de bambú y
el
pájaro de plumaje colorido, y hasta el
señor Lin podría venir con nosotros. Sí, eso
haríamos. Y ella,
mientras tanto, prepararía la comida. Y mi
hijo enseñaría en la escuela del
vecindario, qué necesidad
de irse tan lejos,
a Provincias... Si él se diera
cuenta de lo sencillo que puede ser todo...
si prestara
atención a mis
palabras... Pero es tan terco, tan soberbio,
tan orgulloso, no hace caso a lo que le
digo.
De pronto, Qiu
Yun despierta y se sobresalta al ver al señor Wang.
Qiu
Yun: Señor Wang, ¿qué hace usted aquí a esta hora? Me quedé
dormida. ¿Dónde están el señor Lin y Xing
Su y mi pequeño Dong Tian? ¿Por qué no
han regresado aún? Oh, es una mala señal. A mi hijo le ha
pasado
algo malo, señor Wang, y no volveré a
verlo. Dios me ha castigado por quedarme dormida,
como cuando era una niña y todo era
más sencillo. Señor Wang, oh,
señor Wang.
Señor Wang: ¿Pero qué dice? Usted estaba dormida con una placidez que daba
placer verla... ¿Que su hijo ha
desaparecido? ¿Y qué tiene que ver el señor
Lin y Xing Su en esto? No comprendo
nada. Explíqueme.
Qiu Yun (desesperada):
Le ha pasado algo, estoy segura. A todos les ha pasado
algo, puedo sentirlo acá, en el
corazón. Estoy desesperada, señor Wang, no
sé qué hacer.
Qiu Yun se pone
de pie, se estira la falda, se pellizca los brazos y las mejillas.
Da vueltas por el patio.
De pronto entra
Ming Wan con Dong Tian en brazos.
Qiu Yun (asombrada):
¡Ming Wan!
Ming Wan:
Traje a Dong Tian, que se había perdido en el parque...
Qiu
Yun: ¡Cómo te extraño todavía, Ming Wan, cada día de cada
semana de cada mes de cada año! ¿Por
qué,
por qué?
Ming Wan acomoda
al niño en el banco. El señor Wang mira la escena, pero no parece
sorprendido.
Ming Wan:
Dong Tian estaba dormido en la roca, con Li Ping. Ese hombre salvó
a nuestro hijo, Qiu Yun.
Qiu
Yun: ¿Y por qué no ha venido contigo?
Ming Wan:
Ha preferido quedarse con el señor Lin.
Qiu
Yun: Ah, el señor Lin... el sabio y silencioso señor Lin...
me gustaría verlo esta noche otra vez...
Ming Wan:
Creo que él prefiere estar en el lago un rato más... la luna está
tan hermosa esta noche...
Qiu Yun...
¿te acuerdas?
Qiu Yun se cubre
el rostro con las manos.
Qiu Yun (en
voz muy baja): Sí, claro que lo recuerdo... en una noche
así...
Ming Wan:
Debo irme ahora, Qiu Yun. Cuida mucho a Dong Tian, será un
buen encantador de patos... para
noches
como ésta.
Qiu
Yun: Quédate un rato más, Ming Wan, por favor. Siéntate
junto a mí, en el banco. Abrázame una vez
más.
Ya no sé qué se siente al ser abrazada.
Ming Wan la
abraza y le acaricia la cabeza con gran delicadeza y ternura.
Qiu
Yun: ¿Por qué no te quedas? ¿Por qué debes irte? ¿Adónde
irás?
Ming Wan:
Haces muchas preguntas que no sé responder, Qiu Yun.
Quizá no haya
respuestas, y no sean
preguntas.
Le da un beso en
la frente, se levanta y sale de escena.
Qiu Yun mira a
Dong Tian con emoción, lo toma en brazos y lo entra a la casa, sin
despertarlo.
El señor Wang se
queda solo en el banco.
Señor
Wang: En una noche así, ¿qué puede
hacer un viejo como yo, más que
recordar los versos del poeta?
Recita:
En Fuzhou esta noche brillará la luna;
Tú, sola, la verás desde tu
ventana.
En esta lejanía, añoro a mis
hijos,
Tan jóvenes todavía para soñar en
Chang’an.
Húmeda de bruma la nube de tus
cabellos perfumados;
Tus brazos de jade lucen frescos
en la fresca noche.
¿Cuándo nos veremos ante las
cortinas bordadas,
dejando que un rayo de luna seque
nuestras mejillas? ()
Se mira las
manos largamente. Luego se queda dormido.
El señor Lin
entra con las zapatillas en las manos y los bajos del pantalón
húmedos del agua del lago. Ve al señor Wang, dormido, con la boca
abierta, roncando un poco. Sonríe.
Señor
Lin: Debería despertarlo, llevarlo a la cama. Quizá el fresco
de la noche no le haga bien a los
huesos. Oh,
qué viejos estamos. Pero qué bella está la noche hoy. Llena de misterios
la luna. Le haré compañía. No
está bien
dejar a un amigo solo en una noche así. Traeré a pequeño MaoMao. También le gusta la
luna.
Busca la jaula,
le quita el paño y se sienta en el banco junto al señor Wang.
Señor
Lin: Estamos un poco viejos, mi querido amigo Wang... pero si
todavía nos tenemos y a la luna vieja
también... ¿qué más podemos pedir a esta
vida?
Se queda dormido
y se apagan las luces.
FIN
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